- Sigue aprendiendo y experimentando. El dicho de que no se le pueden enseñar trucos nuevos a un perro viejo ni siquiera es cierto para los perros. La novedad te mantiene energizado y comprometido.
- Cultiva relaciones sólidas.
- Encuentra inspiración en modelos a seguir. Piensa en Helen Mirren, David Attenborough o incluso Michelangelo, quien reconstruyó la Basílica de San Pedro en sus 80 años.
- Mantén el cerebro y el cuerpo en forma haciendo ejercicio y comiendo correctamente.
- Canaliza a Marie Kondo. Si algo, ya sea un trabajo, una amistad, etc., ya no te inspira alegría, déjalo. Simplifica para hacer que cada momento cuente.
- Encuentra un propósito que dé sentido a tu vida y te encienda por dentro.
- Sé honesto acerca de tu edad. Mentir le otorga al número un poder que no merece, y refuerza el mito de que ser más joven siempre es mejor. Aceptar tu edad es el primer paso para aprovecharla al máximo.
- Mantente flexible y abierto al cambio, al crecimiento y a la evolución. Como dijo Lao Tzu: “Quien es suave y flexible es discípulo de la vida. Lo duro y rígido se romperá. Lo suave y flexible prevalecerá”.
- Ignora a los agoreros que dicen que el sexo, el amor y el romance pertenecen a los jóvenes: no es así. Haz espacio para los tres, sin importar cuán viejo seas, si es lo que te apetece.
- Si crees que envejecer será malo, lo será. Mantén una actitud positiva y concéntrate en los aspectos positivos del envejecimiento: sentirte más cómodo en tu propia piel; relaciones más profundas; más felicidad, altruismo, creatividad, conocimiento, experiencia.
- Cultiva un sentido del humor. Reírse mejora la salud y la longevidad. Como dijo George Bernard Shaw: “No dejas de reírte cuando envejeces, envejeces cuando dejas de reírte”.
- Piensa en la muerte. No te detengas morbidamente en ella, pero tampoco la evites. La conciencia de que el tiempo es finito le da forma y significado a la vida, y te impulsa a aprovechar al máximo el aquí y el ahora.